Había una vez un niño llamado Pablo. Pablo era un niño muy generoso que dejaba todos los materiales que sus compañeros no tenían, les ayudaba en cualquier cosa y solucionaba sus problemas. A Pablo le gustaba ver cómo otros niños de su clase, más pequeños y más mayores, tiraban las peonzas. Por eso, quería comprarse una, pero no tenía dinero y se dio cuenta que tampoco sabía tirarla. Al día siguiente, pidió ayuda a los chicos de su clase que sabían tirarla y hacer muchas figuras, pero nadie le quiso ayudar. Pablo se enfadó un poco porque él quería aprender a tirarla y hacer las figuras que sus otros compañeros sabían hacer. Entonces, decidió preguntárselo a su hermana mayor, a ella también le gustaban mucho las peonzas. Su hermana mayor, Carla, le dijo que a cambio tendría que dejarla en paz y no molestarla cuando estuviera descansando, estudiando, haciendo deberes, hablando con las amigas, haciendo trastadas, etc. Pablo le dijo a su hermana que lo intentaría y que esperaba que ella le enseñara bien.
Al día siguiente, su hermana Carla le dijo a Pablo que no se entretuviese, que iba a buscarle ella al colegio, porque le iba a dar una sorpresa. Cuando Pablo salió del colegio, no se entretuvo con nadie y buscó a su hermana. Los dos se bajaron despacio hablando. Su hermana le llevó al centro de la ciudad a una tienda super grande y Pablo no sabía para qué le llevaba allí. En ese momento su hermana, saludó a un amigo suyo, era el dependiente de la tienda; él muy sorprendido también le saludó. Carla le preguntó que si le podía enseñar todas las peonzas que había. Como Pablo no se decidía, su hermana le preguntó qué color le gustaba y él respondió verde o azul. Su hermana le llevó hasta una sala llena de peonzas verdes fosforitas y ella cogió todas las que le gustaban. Él la dijo que valían mucho y eligió la más barata, aunque le gustaba la más cara. Su hermana se llevó dos peonzas fosforitas, una la que él ha elegido y otra elegida para ella, que era la más cara. Cuando va a pagar, su hermana, de repente, compra la más cara y le explica que es porque se está esforzando por no hacerla nada, era la más bonita. Pablo da las gracias y dice que se merece un regalo por ese detalle, él va a tener la peonza más cara del colegio.
Cuando llegan a casa, Pablo llama al timbre sin darse cuenta que su hermana tiene llaves. Su madre al oír las llaves, sigue preparando la cena. Al abrir la puerta, empieza a gritar por toda la casa ¡Mamá, mamá, mamá! hasta que la encuentra en la cocina. Pablo le cuenta todo al detalle lo que su hermana ha hecho. Carla llega a la cocina y le cuenta a su madre que Pablo quería aprender a tirar la peonza y a hacer las figuras que hacían sus compañeros, pero que no tenía peonza, por eso lo primero que tenía que hacer era comprarse una. Ella le había comprado la peonza porque se lo merecía y la había ayudado el día de antes con el examen de inglés y había sacado un diez, había sido la nota más alta. Su madre le dice que está muy contenta. Ella se va a la habitación y entra su hermano para preguntarla si puede ella ahora ayudarle a estudiar porque el miércoles y el viernes tiene exámenes de lengua y de mate. A Carla no le parece mal, él la ayudó y funcionó, ahora puede ayudarle. Le dice a Pablo que de seis a siete y media harían deberes y a las ocho empezaban a estudiar. Lo cumplen, estudian y se van a la cama pronto.
Al día siguiente su hermana viene pronto del instituto y decide recoger a Pablo. Cuando están en casa, Pablo sale disparado a hacer deberes. En el camino de vuelta su hermana le ha propuesto un trato, si terminaba pronto le iba a enseñar a tirar la peonza. A las seis y media, Pablo llama a su hermana para bajarse al jardín. Carla todavía no ha terminado, pero le dice a Pablo que haga un circuito super grande en el arenero del jardín y que se bajara la peonza. Cuando Carla termina los deberes, baja al arenero y su hermano había hecho una pista impresionante. Ese día Carla le enseña a coger la peonza y a tirarla. Aprende rápido, pero tiene que estudiar el examen de lengua que tiene el siguiente día.
El siguiente día, Pablo le cuenta orgulloso a su hermana que le ha salido muy bien el examen y que ha sacado un nueve y medio. Esa tarde hacen lo mismo y no solo practican cómo se tira la peonza, sino que también le enseña alguna figura. A las siete se suben a estudiar mate, como el día anterior. El día siguiente Pablo llega a casa preocupado porque su hermana no había ido a recogerle al colegio, como había hecho los días anteriores.Ella había ido a hacer una cosa para él, le explica que haga los deberes rápido. Por la tarde, Pablo practica un poco él solo con la peonza. Cuando están cenando, Pablo le dice a su hermana que había sacado un nueve setenta y cinco en el examen de mates. Para agradecerla su esfuerzo, sube rápido a su habitación y coge un regalo que ha preparado él y se lo da. Cuando lo abre es un cuadro hecho por él, se pone muy contenta, pero ella también tiene una sorpresa. Le enseña un póster en el que pone que en tres meses hay un concurso de peonzas y ella le ha inscrito en la tienda de su amigo. Le explica que es el concurso de todo España; Pablo se emociona, pero su hermana le dice que tiene que seguir estudiando.
Pablo sigue estudiando y practicando todos los días. Así se convierte en el mejor tirador del colegio.
A los tres meses van al concurso, empieza a ganar a todo el mundo y llega a la final. Y gana, el premio se lo dedica a su hermana y en las entrevistas que hace se emociona mucho. Cuando van a darle el premio, pide a su hermana que suba con él. El premio es una peonza dorada. Cuando llega a casa la pone en el salón, porque es un triunfo de los dos. De repente, Carla recibe un mensaje en el móvil, Pablo representará a España en el campeonato mundial de peonzas. Tendrá que viajar dentro de dos días. Se emocionan al leerlo, todo esto es gracias a Carla.
Pablo comienza a viajar, pero sin olvidar sus estudios. Llega a proclamarse campeón del mundo y le dan una copa de oro puro y otra peonza más grade de oro puro. Pablo sabe que sin la ayuda de su hermana no hubiera sido nada, ella le enseñó a aprovechar el tiempo y a jugar con la peonza. Al llegar a casa pone el trofeo en el salón. Sorprendido ve un sobre con las notas y al mirarlas... todo sobresalientes. Los dos ahora sacan buenas notas y ya nunca más vuelven a pelearse, ahora no solo son hermanos, sino también muy buenos amigos.