El pasado verano estuve en un campamento de inmersión lingüística del Ministerio de Educación, en Guijo de Ávila, junto a otros niños y niñas de mi edad de muchos lugares de España. Allí coincidí con una amiga del Instituto, Celia. El día que me llevaron mis padres al campamento estaba muy asustada porque no sabía si entendería a los monitores en inglés. Pero, al final, me lo pasé muy bien e hice muchos amigos.
El otro día soñé con este campamento bilingüe y las cosas no fueron tan bien.
El sueño comienza cuando se marcharon mis padres. Había dejado la maleta debajo de un porche, junto con las maletas del resto de compañeros y estaba hablando con Celia. Recuerdo que estábamos nerviosas y que hablábamos de si seríamos capaces de aguantar quince días hablando en inglés. Al mirar alrededor, vi que los compañeros y nosotras hacíamos lo mismo que hicimos en el campamento: hablábamos entre nosotros y nos presentábamos diciendo nuestros nombres y la ciudad de dónde veníamos.
Oímos un mensaje por un altavoz diciendo:
-Hola chicos, coger vuestras mochilas e ir hacia las cabañas que os hemos asignado.
El mensaje era en alemán y todos los compañeros de alrededor, menos yo, entendieron el mensaje en alemán. Casi me eché a llorar, mis padres se habían marchado y me habían dejado en un campamento confundido. Le pregunté a Celia:
- Celia, pero a ti, ¿tus padres te han apuntado a un campamento de alemán?
No entendí lo que Celia me contestó y, sin haber pasado diez segundos desde que la había mirado, ahora estaba vestida con una falda y unas coletas alemanas. La situación me estaba poniendo muy nerviosa y decidí ir a por mi maleta. La cogí y me puse a correr hacia la salida para intentar llegar hasta el coche de mis padres, pero no lograba acercarme hacia la salida por más que corría y corría. No me movía del sitio.
Después de un rato corriendo, decidí pararme y me marché hacia la cabaña que me habían asignado. Al abrir la puerta de la cabaña, en lugar de una habitación, había una piscina cubierta y fuera hacía mucho frío. Mis compañeras de cabaña no hablaban español, ni inglés, ni alemán, hablaban sueco. El agua de la piscina estaba congelada y había unos pingüinos y un oso polar que corrían por el borde. Era gracioso, pero estaba muy nerviosa, así que decidí irme a la cama. La cama era una silla de playa. Como hacía mucho frío me puse toda la ropa de la maleta y me arropé la cabeza para llorar.
Me desperté pasando mucho calor, en medio del desierto, junto a unos árabes que montaban en camellos y me decían:
- Tú estás loca, durmiendo con abrigo en medio del desierto. ¡Te va a dar algo!
Al final, me desperté en la realidad sudando y muy nerviosa. Sólo pensaba en lo bien que me lo pasé en el campamento y lo mal que lo había pasado en el sueño.
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